viernes, 21 de mayo de 2010

Curso de Liturgia (IV) De las iglesias

LAS IGLESIAS
De las iglesias en general
Aunque Dios está en todas partes y en todas puede recibir las adoraciones y homenajes de las criaturas, con todo, Él mismo se ha dignado fijar el lugar que debe estar consagrado a su culto. En la ley antigua, fue el tabernáculo, y más tarde el templo de Jerusalén; en la ley nueva es la iglesia o templo cristiano.
 Una iglesia 20 es un edificio público dedicado al culto divino donde los fieles se reúnen para asistir a la oblación del santo sacrificio, recibir los sacramentos y participar de las demás ceremonias religiosas.
En tiempo de los Apóstoles, hubo desde luego oratorios donde los fieles se reunían para asistir a las ceremonias del culto, como lo atestigua este pasaje de San Pablo: «Oigo que al juntaros en la iglesia, hay entre vosotros parcialidades».
Antes de Constantino, se establecían en cuanto lo permitían las circunstancias, lugares de reunión por doquiera penetraba la fe. En los tiempos de persecución violenta, cualquier lugar servía para el culto divino: bosques, cavernas, casas particulares y hasta las prisiones. Se reunían también los fieles en capillas subterráneas, como en las catacumbas de Roma. Cuando después de la conversión de Constantino les fue permitido a los cristianos celebrar su culto a la luz del sol, se apresuraron a edificar iglesias, disponiéndolas del modo más conveniente para el culto divino.
El santo sacrificio se debe celebrar ordinariamente en las iglesias y en los oratorios, así públicos como semipúblicos; para celebrarlo en otros lugares se requieren facultades especiales.

Distinción de las iglesias

Hay distintas clases de iglesias, a saber: las basílicas, las metrópolis, las simples catedrales, las colegiatas, las iglesias parroquiales, las filiales, las iglesias de órdenes religiosas, y las de asociaciones o cofradías.
Se llaman basílicas a las iglesias que ocupan el primer puesto a causa de su dignidad o de sus privilegios. Las basílicas son de dos clases: las basílicas mayores y las menores. Las mayores o patriarcales, que están en Roma, son cuatro, a saber: San Juan de Letrán, San Pedro del Vaticano, San Pablo extramuros y Santa María la Mayor, que representan respectivamente, los patriarcados de Occidente y del mundo católico, de Constantinopla, Alejandría y Antioquía. Las demás basílicas de Roma se llaman basílicas menores. Hay otras iglesias fuera de Roma que han recibido de los Papas el título de basílicas menores como son en España la de Nuestra Señora del Pilar, Santiago de Compostela.
Se llaman Metrópolis 21 las iglesias en que residen los arzobispos. Hay tres clases de metrópolis, simples, primaciales y patriarcales, según que su arzobispo es simplemente metropolitano, primado, o patriarca.
Se llaman Catedrales 22 las iglesias en que residen los obispos.
Y se llaman Colegiatas las iglesias en que el clero forma cabildo fuera de la catedral.
Iglesias Parroquiales son las iglesias servidas por los curas párrocos, y filiales las iglesias auxiliares de las parroquias; en estas iglesias se celebran los divinos oficios para comodidad de los habitantes demasiado apartados de las iglesias parroquiales
También hay diferencia entre las iglesias y oratorios, como asimismo la hay entre los oratorios públicos, semipúblicos y privados. Los oratorios se erigen principalmente para utilidad de alguna comunidad, colegio, etc., o particulares. Los destinados a una comunidad, colegio, cofradía, etc., se llaman públicos si los fieles tienen derecho estricto de asistir en ellos a los divinos oficios; y semipúblicos si los fieles no tienen ese derecho estricto. Los erigidos en casa particular para uso de una familia o persona piadosa, se llaman privados.

Forma y orientación de las iglesias

La liturgia no señala ninguna forma particular asignada para las iglesias, por lo que su forma ha variado mucho. Como el emperador Constantino dio para el culto varias basílicas paganas 23 o pretorios de justicia, las iglesias tomaron a menudo en aquella época, y aun después, la forma de tales edificios, que era la de un rectángulo, uno de cuyos lados menores era, ordinariamente semicircular 24.
La principal transformación que se ejecutó en la basílica para aumentar su simbolismo se le hizo dándole por medio del crucero la forma de una cruz, cuyo eje se desvió a veces desde el punto céntrico del ábside, de derecha a izquierda. La nave representaba así el cuerpo de Jesucristo, el crucero sus brazos extendidos en la cruz; y la desviación del ábside 25, su cabeza inclinada.
Los géneros de arquitectura adoptados para las iglesias son principalmente dos: el estilo romano y el estilo gótico, caracterizados respectivamente por el medio punto y la ojiva.
La orientación normal de las iglesias es de modo que el ábside se halle hacia el oriente, y aunque este modo de orientación no es obligatorio en el día de hoy, a menos de razones especiales es preferible seguir en esto las constituciones apostólicas y la Tradición. Esta orientación nos recuerda que nuestros corazones se deben volver hacia Jesucristo, divino sol de justicia, verdadero sol naciente bajado del cielo para visitarnos.
Consagración y bendición de las iglesias
Para que se puedan celebrar los divinos misterios en las iglesias es necesario que estén consagradas o bendecidas26. Las diferencias principales entre ambas son:
La consagración de una iglesia sólo puede hacerla el obispo y para que la pueda hacer un simple sacerdote se necesita delegación de la Santa Sede, mientras que para bendecirla basta que sea delegado del obispo.
Los ritos de la consagración son más solemnes que los de la bendición.
Se emplea el santo crisma para la consagración, y para la bendición sólo el agua bendita.
La víspera de la consagración, el obispo consagrante, los fieles y el clero deben prepararse por la oración y el ayuno, lo cual no sucede para la bendición.
Todo induce a creer que el uso de consagrar los templos es de tradición apostólica; y el Papa San Silvestre, a quien ciertos autores atribuyen su origen, no hizo más que realzar la consagración con ritos más solemnes. Este uso trae origen del Antiguo Testamento, en el que vemos cómo Moisés santificó el altar de los tabernáculos, y más tarde Salomón y Zorobabel consagraron el templo de Jerusalén.
La Iglesia consagra y bendice sus templos con los fines siguientes:
Apropiarlos al acto tan augusto y santo del sacrificio;
Procurar a los fieles las gracias que necesitan para orar, pues como la consagración y bendición son verdaderos sacramentales tienen la virtud de obtener estas gracias;
Recordarnos la santidad de que debemos estar adornados para comulgar y llegar a ser templos vivos de Jesucristo.
Toda iglesia (al poner la primera piedra o el día de su bendición) recibe un título o titular, que es el misterio o santo que sirve para denominarla o distinguirla de otra cualquiera. Así se dice iglesia de la Santísima Trinidad, de la Asunción, de San Pedro, de San Juan Bautista, etc... La diferencia que hay entre el titular y el patrono de una iglesia es que el titular sólo sirve para denominar la iglesia colocada debajo de su advocación, y puede ser un misterio; mientras que el patrono es el protector del lugar y de sus habitantes, y sólo puede ser un ángel o santo.

De las campanas

Para anunciar sus solemnidades y llamar a los fieles a los oficios, la Iglesia se sirve de ordinario de las campanas, cuyo uso fue introducido en Occidente a lo menos en el siglo VI y en Oriente en el IX. Durante las persecuciones convocaba a los fieles por avisos o signos convencionales, como uno de los tres cantos del gallo; de donde procede la costumbre de poner gallos en lo alto de los campanarios. Más tarde se sirvió de instrumentos de madera, cuyo uso se ha conservado durante los tres últimos días de semana santa.
La bendición de las campanas se llama bautismo porque las ceremonias de esta bendición presentan ciertas analogías con las del sacramento del bautismo. Así, se escoge para las campanas un padrino y una madrina; se les da el nombre de un santo o de una santa; se lavan con agua bendita y sal en señal de purificación, se les hace en lo exterior siete unciones con el santo óleo, y en lo interior cuatro con el santo crisma para denotar los dones y gracias que el Espíritu Santo comunica a los fieles que acuden a la iglesia al toque de las campanas.
La misión de la campana está expresada en la fórmula siguiente que enumera sus diversas funciones: «Alabo a Dios; llamo al pueblo; convoco al clero; lloro a los difuntos; aparto el rayo; realzo las fiestas» 27.

De los cementerios

El lugar en que descansa el cuerpo del fiel después de la muerte es un lugar bendecido llamado cementerio, y que es considerado como un anejo de la iglesia.
La palabra Cementerio 28 significa lugar de sueño o descanso. «Entre los cristianos, dice San Jerónimo, la muerte no es muerte, sino una dormición y se llama sueño». La Iglesia expresa este pensamiento consolador cantando en el momento de la sepultura esta antífona compuesta de las palabras mismas del Salvador: «Yo soy la resurrección y la vida: quien cree en Mí, aunque hubiere muerto, vivirá; y todo aquel que vive y cree en Mí, no morirá para siempre» 29.
El cementerio puede ser profanado y las causas de su profanación canónica son las mismas que las de una iglesia. En dicho caso no se puede hacer sepultura alguna antes de su reconciliación litúrgica.
Notas:

23 Basílicas, del griego basiliké, regio, porque en ellas se administraba justicia por los reyes o en nombre de ellos. 24 Los autores eclesiásticos nos describen aquellas basílicas convertidas en iglesias. Cada una estaba separada, en cuanto era posible, de todo edificio profano, alejada del ruido y rodeada de patios, jardines y edificios anexos a la misma iglesia, todos comprendidos dentro de un recinto tapiado. Dichos edificios eran el baptisterio, o sea el lugar en que se administraba el bautismo; el gazophilacium o diaconium, confiado a los diáconos y que servía para guardar los ornamentos y vasos sagrados; el salutatorium, sala de recepción del obispo; el secretarium, sala grande en la que el obispo reunía a su clero para tratar en secreto de asuntos eclesiásticos, y en el que se hallaba la sacristía; la biblioteca, las escuelas y los alojamientos de los sacerdotes y clérigos.

Se entraba primero en un patio cuadrado, rodeado de galerías cubiertas por el estilo de los claustros de los monasterios. En dicho patio, llamado atrio, había cierto espacio consagrado, o cementerio, y en medio una o varias fuentes donde los fieles se lavaban las manos y la cara antes de la oración. Nuestras pilas de agua bendita las reemplazan hoy en día. En las galerías se hallaban los mendigos a quienes no les era permitido pedir limosna en la iglesia y con ellos todos los que tenían prohibida la entrada en ella, a saber: los excomulgados y aun ciertos penitentes, los plorantes.

A la extremidad del patio de entrada se hallaban las primeras puertas de la iglesia, que de ordinario eran tres y daban acceso a la primera parte del templo llamada pronaos, o antenave, donde se hallaba la segunda clase de penitentes, o audientes, los infieles, judíos y catecúmenos, que podían oír las instrucciones.

Del pronaos a la nave o iglesia propiamente dicha se entraba por otras tres puertas, cerca de las cuales y en lo interior se hallaba la tercera clase de penitentes, los prosternados.

24 La nave comprendía tres partes: la nave principal o del medio, que se dejaba libre en parte, para la circulación del clero, y las naves laterales que estaban reservadas, la de la derecha para los hombres y la de la izquierda para las mujeres. A la cabeza de los hombres, estaban los ascetas y los monjes, y a la de las mujeres, las vírgenes consagradas a Dios. Los penitentes de la cuarta clase, o consistentes, estaban separados de los demás fieles, y podían asistir a todo el santo sacrificio, pero sin poder participar ni de la ofrenda ni de la comunión. En la nave del medio estaba el coro, sitio de los cantores y clérigos inferiores. En él se hallaba el ambón  o jube , tribuna algo elevada a la que se subía por sus dos costados para las lecturas públicas. A veces había dos, una de cada lado, con el fin de no ocultar el altar

A continuación de la nave se hallaba el santuario, más elevado que lo restante del templo, y separado de la nave por una balaustrada. En medio estaba el altar, mesa de mármol o pórfido sostenida con cuatro columnas y colocada, en cuanto era posible, sobre la sepultura de algún mártir: de esto, se ha derivado la regla de no consagrar ningún altar sin poner reliquias.

A los lados del altar, estaban, a la derecha, el vestuarium, donde los ministros se revestían de los ornamentos; y a la izquierda, el oblationarium, en que se ponían momentáneamente las ofrendas que no habían de ser consagradas. Detrás del altar, en el fondo del hemiciclo o ábside, se levantaba el trono del obispo y a sus dos lados, en forma de semicírculo, estaban los asientos menos elevados de los sacerdotes.

25 Ábside, del griego apsis, llanta de rueda, arco de bóveda. Luc. 1, 78.

26 Una iglesia queda profanada, cuando en ella se comete alguno de los crímenes señalados por el derecho canónico; y execrada, cuando se destruye totalmente o cae la mayor parte de sus paredes. Cuando una iglesia ha sido profanada, debe ser reconciliada; si ha sido execrada, debe ser consagrada o bendecida de nuevo.

27 Esta fórmula es la traducción de estos dos versos latinos:

Laudo Deum verum; Populum voco; Congrego clerum; Defunctos ploro; Fugo fulmina: Festa decoro.

28 Cementerio, del griego koimeterion, dormitorio.

29 Juan 11, 25


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